Los mejores zapatos que he conocido

from http://www.flickr.com/photos/31317123@N04/3011207751/

    Saltan..caen en la grava.. corretean por los juegos.. se embarran en el cajón de arena..adentro están fangosos.. a los columpios, hay que esperar a que les toque.. y, por fin! se columpian.
    Así era la vida de mis zapatillas favoritas. Los zapatitos de tenis Converse, negros, de lona, de cuando tenía cinco años. Cada mañana de mi primer año de la escuela me ponía estas zapatillas sin considerar si me había puesto un vestido o pantalones cortos. Y mi mamá no tenía nada que decir de esto porque ya sabía yo cómo atarlos yo misma. Con la fiambrera en mano y la mochila llena de material escolar, asomaba la desaliñada cabeza de la puerta del coche lista para correr a ver mis amigos. Pero antes, un beso de mi mamá mientras las zapatillas se movían inquietas, impacientes por jugar.
    Mientras me trepaba a los árboles, las zapatillas me protegían contra la corteza áspera (si tan solo tuviera zapatillas para las manos). Cuando me escondía en armarios jugando al escondite, me ponía en cuclillas y miraba los zapatos mientras me concentraba en la respiración silenciosa. A veces durante el recreo empezaba una carrera contra un chico muy engreído y los zapatos me llevaban a ganar.
    Claro que he crecido y he tenido miles de zapatos desde entonces. Pero ni los tacones altos que compré para el baile cuando tenía dieciséis años tampoco las sandalias que llevaba por dos meses mientras viajaba en Europa me han representado tanto como estos pequeños zapatos que me llevaron a cada aventura que encontré como niñita.